A comienzos de los ‘80, la selección argentina se abrió al interior; y en 1983, Córdoba disfrutó de sus primeras jugadoras en un Mundial. La palabra de las precursoras de un camino que continuaron Soledad García y Julieta Jankunas.
“Marisa López era una jugadoraza. Muy muy hábil, y muy pensante. Además de una persona divina, muy amorosa”, define Griselda Belmonte.
“‘La Gringa’ era como Mario Kempes: una topadora. Se llevaba todo puesto. ¡Tenía una fuerza y una garra! Iba para delante de una manera increíble”, contrapone “Maru”.
Griselda “la Gringa” Belmonte y Marisa “Maru” López no escatiman en elogios al hablar una de la otra.
Son cordobesas y forjaron de la mano sus carreras en la selección nacional, llegando a disputar juntas los mundiales de Kuala Lumpur (Malasia) 1983 y de Amstelveen (Países Bajos) 1986 para convertirse en las primeras jugadoras de nuestra provincia en representar a la selección argentina en una cita ecuménica.
“Representar a Argentina para mí fue lo más, y creo que lo es para cualquier deportista. La sensación que te agarra cuando estás en la cancha, cuando escuchás el Himno, es relindo. Jugar en un mundial fue una satisfacción personal enorme. Indescriptible”, reconoce Marisa López.
“Gracias a Dios, pudimos ir; Córdoba ha crecido y tiene las jugadoras, la gente y las ganas de seguir creciendo. A mí me pone feliz que hayan salido chicas como Soledad García o Julieta Jankunas. Córdoba tiene muchísimas jugadoras que pueden llegar al seleccionado, pero lo más importante es que disfruten, más allá de que lleguen o no”, plantea Griselda Belmonte.
La presencia de Julieta Jankunas en el Mundial femenino de hockey sobre césped que se disputa en España y en Países Bajos le otorga un nuevo capítulo a la fructífera relación que existe entre el hockey cordobés y la selección argentina, y que nació a comienzos de los ‘80.
Por entonces, los seleccionadores nacionales comenzaban a mirar –a fuerza de grandes actuaciones en los campeonatos argentinos– a jugadoras de Córdoba o de Rosario para generar, por primera vez, una apertura hacia el interior del país.
Jorge Querejeta fue quien levantó el teléfono, y con Belmonte y López llegó entonces la primera participación de jugadoras de estas tierras en un Mundial con Argentina. Aquella primera presencia en Kuala Lumpur, en 1983, encontró continuidad hasta la actualidad, con las únicas excepciones de Utrecht (Países Bajos) 1998 y La Haya (Países Bajos) 2014.
Toda esta participación se reduce a cuatro jugadoras:
Las consagratorias actuaciones de Soledad García en Perth 2002 y en Rosario 2010 ayudaron a conseguir las dos medallas de oro que cuenta Argentina. La cosecha de “la Sole” se completa con un bronce en Madrid 2006. Pero la delantera formada en Universitario no es la única de este cuarteto cordobés que se subió al podio mundial: Marisa López fue subcampeona en Dublín 1994.
Griselda y Marisa compartieron cancha y equipo en más de una oportunidad. La selección cordobesa las unió por primera vez, luego lo hizo la celeste y blanca, y por último el club Suri (hoy, BA Buenos Aires Rugby and Criquet Club).
Hablar con ellas sobre su paso por la selección argentina es meterse en un túnel del tiempo. O –como dice Belmonte– mirar un rato el canal Volver.
“En aquel momento, no había cancha de sintético en Argentina. Nosotras todavía jugábamos en pasto acá. Entonces nos entrenábamos en las canchas de básquet de San Fernando, que eran de mosaico, o en las de fútbol 5 del Club de Amigos, pero como eran más chicas teníamos que unir dos canchas y esquivar los postes de luz. Una vez una jugadora se chocó con el poste y se golpeó. Gracias a Dios, no le pasó nada, pero nos quedamos duras”, recuerda Belmonte sobre sus inicios en el seleccionado.
“Yo era chica y andaba de acá para allá con ‘la Gringa’, que era más grande. Para mí fue un apoyo muy importante. Era una contención, más cuando vas desde el interior”, remarca Marisa y recuerda con gracia: “Con ‘la Gringa’, viajábamos con el seleccionado de Córdoba, yo era rechica. ¡Y única hija! Así que mis viejos le decían: ‘Cuidame a la nena’. Me acuerdo de que fuimos a jugar a Buenos Aires y me partieron la nariz de un palazo. Yo no quería bajar del micro, así que venía detrás de Griselda, que les dijo a mis viejos: ‘Acá les traje la nena, pero un poco rota’”.
“Algo jugaba, no era tan pescado”, bromea Marisa López sobre su etapa como jugadora. Pero la realidad es que esta cordobesa era una talentosa para todos los deportes. “Me gustaba mucho. A todo le agarraba la vuelta”, reconoce. Y con esa facilidad cambió el tenis por el hockey.
“Después lo lamenté, porque capaz si era buena hacía un billete”, dice. Y aunque su tonada sea más de porteña que de cordobesa, su chispa la devuelve a esta Córdoba que la vio nacer.
“Maru” lleva más de 35 años radicada en Buenos Aires, tiene 57 años y durante 13 se convirtió en una muralla en la defensa de la selección argentina. Fue a su primer Mundial con apenas 18 años y siendo la más chica del plantel. Se retiró en el ‘95, después de la consagración en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata.
Sus inicios la ubican en el Club Comunicaciones, donde su papá la llevaba a jugar al tenis. “Pero me parecía un embole. Yo veía que iban a jugar al hockey en grupo, que compartían más y me parecía más divertido. Y por eso me dediqué al hockey”, resume y confirma sobre su decisión: “Me dejó cosas que son mejor que la plata: las amistades, la gente con la que uno compartió tanto. Y el deporte en sí, que está buenísimo”.
Cuando volvió de su primer Mundial, se quiso ir al club Universitario, pero una cláusula de la Federación Cordobesa estipulaba que por el cambio de club debía jugar un año en la reserva. “Era una locura. Así que me fui medio enojada de Córdoba. Me invitaron a jugar a Universitario de Tucumán y me fui dos años para allá”, asegura “Maru”.
Pero otra vez la llamaron de la selección y todo cambió para ella. “El consejo fue que si quería seguir en el seleccionado, me fuera a vivir a Buenos Aires para mantener el nivel. No lo pensé mucho y me fui”, dice.
Con el “apoyo incansable” de sus “viejos”, Marisa se instaló en Capital Federal, allá por 1986. “No era fácil. Empecé laburando en colegios que, por estar en la selección, me abrían las puertas. Me la pasaba corriendo de un colegio a otro y de ahí a entrenar. Pero había que irse a Buenos Aires, no había opción”, comenta.
Allá jugó en Suri junto con Griselda y muchas otras jugadoras del seleccionado. “La mayoría de las jugadoras de la selección en ese momento eran de Suri, San Fernando y Lomas. Jugar allá era la manera de mantener el nivel”, justifica.
Su decisión dio sus frutos y la cordobesa se mantuvo en la selección hasta 1995.
“Los Panamericanos del ‘95 fueron mi último torneo. Tuve un accidente en la mano, me tenían que operar y no jugué más. Retirarse es redifícil. Y en esa época era muy complicado también mantenerse económicamente. Cuando dejé el seleccionado, dejé también el club. Lo hice de forma muy abrupta. Pero nunca me arrepentí. Lo disfruté mucho y sentí que había hecho todo”, dice quien le dejó su puesto a la gran Magdalena Aicega.
Tras su retiro, “Maru” siguió ligada al hockey en colegios, escuelas de verano y countries, hasta que en 2004 comenzó a trabajar con Ricardo Fort como niñera de sus hijos, Marta y Felipe.
“Llegué a ellos porque era amiga de su cuñada. Y terminó siendo mi familia. Esto hace años que ya no es mi trabajo”, reconoce la cordobesa.
“La Gringa” empezó a jugar al hockey a los 13 años en La Tablada y luego tuvo un paso por Instituto. Su presencia en la selección nacional fue tan importante para Córdoba como su huella en la selección provincial. Aunque esta exdelantera, que hoy tiene 62 años, remarca que lo más trascendente es la huella que cada una de esas experiencias dejó en ella.
“Entré al principio en el seleccionado de Córdoba y para mí fue lo más. No lo podía creer”, confiesa. “La experiencia en mis clubes también fue maravillosa. Para mí, jugar implicaba estar con mis amigas, con compañeras muy queridas, con mis entrenadores… en cualquier lugar en el que estuviese jugando. Por eso, para mí, el hockey fue tan fuerte; porque lo disfruté en todos los lugares donde estuve”, advierte y reconoce sobre su paso por el seleccionado argentino: “Fue un honor para mí”.
A la selección llegó a fines de 1981 y permaneció hasta 1987. Su paso por la celeste y blanca “fue muy sacrificado, pero muy lindo”. Al principio, viajaba cada fin de semana a Buenos Aires para entrenarse sábados y domingos, llegaba a Córdoba los lunes a la mañana y salía rumbo a su trabajo como docente de Historia y de Formación Ética y Ciudadana.
Aquí complementaba un plan de entrenamiento que le daban en Buenos Aires con su preparación en el club o en el seleccionado de Córdoba. “Y así estuve hasta que me quedé a vivir en Buenos Aires en 1985″, relata.
Ya en la capital argentina jugó en el Club Atlético Lomas y en Suri.
“A mí el hockey me dio muchas cosas. Por eso me gustaría que todo el mundo que juegue hockey lo disfrute donde lo esté jugando. Que tenga deseos de mejorar, pero que disfrute el mientras tanto, sin obsesionarse, porque es lo que te queda. Porque disfrutar no implica que no haya momentos duros, momentos de muchísimos sacrificios, de cansancio…”, advierte Griselda desde Buenos Aires, donde vive ya hace 37 años. “Yo disfruté de cada lugar en el que jugué”, sentencia orgullosa y un poco emocionada.
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La Voz del Interior. Fundado el 15 de marzo de 1904. LaVoz.com.ar. Lanzada el 21 de septiembre de 1996. Año 24. Edición N° 9511. Registro intelectual 56057581. Domicilio legal: La Voz del Interior 6080 – CP: X5008HKJ – Córdoba, Argentina. Propietario: La Voz del Interior SA. Gerente General: Juan Tillard. Director: Carlos Hugo Jornet. Editor: Carlos Hugo Jornet.
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